El valor del ejemplo en la educación
Aunque parezca algo simple, el ejemplo que damos los padres a nuestros hijos tiene un efecto enorme en ellos ya que es en nosotros en los que los pequeños encuentran su mejor fuente de aprendizaje: de muchas de nuestras acciones y comportamientos saldrán en el futuro las acciones y comportamientos de nuestros hijos.
Los niños lo asimilan todo: el lenguaje, la postura, la actitud, etc. Si le preguntamos a Emilio Verche, Neuropsicólogo en Centros Crece Bien, hasta qué punto es importante el ejemplo que le damos a nuestros hijos la respuesta la tiene muy clara: “Nuestros hijos están constantemente observándonos y aprendiendo de nosotros, aunque no seamos conscientes de lo que les estamos transmitiendo. Por tanto, el ejemplo es una fuente de aprendizaje implícito muy importante”. Y aclara que debemos tener en cuenta que “lo que se aprende por imitación no se procesa sino que es un aprendizaje muy “automático” en el que se aprende tanto lo que se quiere enseñar cómo lo que no”.
Educar en el ejemplo positivo
Llevar a la práctica en todo momento ser un modelo positivo para nuestros hijos no sólo es agotador sino prácticamente imposible. Al final dentro de nuestro día a día hay muchos factores que pueden modificar lo que empezó de la manera más positiva.
Sin embargo, como bien explica nuestro neuropsicólogo, “al menos debemos ser conscientes de la importancia de nuestros actos y tener siempre en cuenta que somos un ejemplo para nuestros hijos 24 horas al día, los 7 días de la semana. Por lo que es importante la coherencia en nuestro comportamiento”.
Esa coherencia de la que habla Emilio la encontramos en un ejemplo muy sencillo: No debemos decirle a nuestro hijo que no mienta si después nosotros vamos a mentir diciendo en una taquilla de cine que el niño o niña tiene 5 años para que pague menos cuando en realidad tiene 6.
Como ésta encontramos muchísimas situaciones similares en las que pedimos a nuestros hijos cosas que ni siquiera nosotros mismos hacemos y eso, al final, se convierte en algo perjudicial tanto para la relación con nuestros hijos como para el aprendizaje de determinados valores, comportamientos y actitudes a futuro. “En ocasiones pecamos de ingenuos creyendo que no nos ven o no nos oyen y no es así. La frase “no hagas lo que hago, haz lo que digo” no es una gran aliada para un desarrollo de la personalidad y la moralidad saludable en nuestros hijos. La coherencia debe ser una de las máximas que guíen a los padres y madres en la educación de sus hijos”, señala el neuropsicólogo.
La influencia del entorno
No podemos olvidar que el entorno (amigos, profesores, resto de la familia…) también tiene mucha influencia en la educación de los niños. Si bien la familia es la primera escuela de vida de los más pequeños, el entorno se va configurando poco a poco como la segunda a medida que el niño va creciendo.
“Los niños pasan muchas horas a la semana en el colegio donde, además de aprender contenidos formales, están inmersos en procesos de aprendizaje informal en el día a día con sus compañeros y profesores. Además, sus iguales constituyen un espejo en el que compararse y aprender nuevas conductas, especialmente en primaria. Otros ámbitos como con la familia extensa (abuelos, tíos…) o en actividades extraescolares también implican aprender de forma implícita valores, habilidades y conceptos, aunque este aprendizaje dependerá de la frecuencia y lo significativo para el niño o niña que sean esas personas o actividades”, explica Emilio Verche.
En Crece Bien somos profesionales con amplia experiencia en inteligencia emocional. Si tienes alguna duda o necesitas alguna recomendación, te animamos a que contactes con nosotros, estaremos encantados de atenderte. Puedes hacerlo en el correo electrónico informacion@crecebien.es o en el teléfono 910002602.
Pingback: Habilidades sociales y la asertividad: ¿Se aprenden?