Empatía, escucha, preocupación, respeto. Son valores que nosotros pedimos a nuestros hijos pero que muchas veces no les ofrecemos. ¿Influye esto en nuestra relación familiar? ¿Podemos hacer algo para que nuestros hijos nos escuchen y respeten?
En 1997, la editorial MEDICI publicaba Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos le hablen, de las psicólogas Adele Faber y Elaine Mazlish, un libro que más que un manual estricto de normas escritas es una guía estupenda para que los padres sean más felices junto a sus hijos y que sus hijos sean más felices junto a sus padres. Aquel libro llegaba porque una de las mayores preocupaciones o quejas de los padres durante décadas es la de que sus hijos no les escuchan; sobre todo llegados una determinada edad. También los continuos conflictos o enfrentamientos que les abordan en su día a día: discusiones entre los miembros de la familia (especialmente con otros hermanos), enfados, falta de colaboración, desmotivación…
Detrás de todo ello, hay una relación directa entre esos sentimientos y los comportamientos que dichos sentimientos generan. Es decir, cuando un niño o adolescente se siente bien, se “comporta” bien. Y viceversa. Somos nosotros los padres quienes no aceptamos esos sentimientos cuando no son como esperamos. Y esas expectativas de lo que creemos que deben sentir son las que generan incomodidad y conflictos, lo que al final se traduce en todo lo que mencionábamos al principio. También influye que social y culturalmente hay emociones que ocultamos, que molestan, que parecen no tener espacio en nuestro día a día.
Cómo hablar con nuestros hijos para que nos escuchen
Os damos algunas recomendaciones para mejorar la relación familiar y que los niños y adolescentes escuchen y respeten a todos los miembros del hogar.
1. Escuchar y entender a nuestros hijos
De nada sirve que le pidamos a nuestros hijos que nos escuchen si nosotros no les prestamos atención. Lo mismo si queremos que nos hablen, mantener una conversación. ¿Cómo hacerlo si les excluimos continuamente de las conversaciones en casa? Para ellos también es importante lo que tienen que contarnos. Y muchas veces también quieren saber de qué estamos hablando, participar en el diálogo. Ser parte, al fin y al cabo.
Expresiones como “Son cosas de mayores” o “Ahora no me molestes, que estamos hablando” seguro que pueden dar un giro hacia una actitud que muestra una mayor empatía hacia sus necesidades o peticiones.
2. No esconder las emociones
La tristeza, el enfado, el cansancio, el aburrimiento, todos y cada uno de esos sentimientos y emociones deberían tener espacio y consideración, como lo son la diversión, la alegría o la vitalidad. Esconder las emociones o intentar que sean sustituidas por otras cuando queremos o “nos viene bien” no tiene sentido si lo que queremos es que nuestros hijos (y nosotros) disfrutemos de una buena salud emocional.
3. El castigo no es eficaz
Tan importante es el cómo nos dirigimos a nuestros hijos como el qué entienden acerca de las consecuencias de determinados actos. Sin embargo, la vía de los gritos y los castigos no es la más efectiva porque lo único que supone es un gran desgaste familiar. El diálogo, la empatía y la negociación son armas mucho más poderosas que es castigo.
4. Un trato respetuoso
Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. Ésta es una máxima que todos y cada uno de nosotros deberíamos aplicarnos. Solo a través del ejemplo podemos lograr que nuestros hijos entiendan lo importante que es respetar a los demás.
5. El elogio también es importante
Por último, y no menos importante, también es necesario valorar y apreciar los esfuerzos y capacidades de nuestros hijos. Si lo único que escuchan de nosotros son reproches, enfados y menciones a lo que hacen “mal”, le estamos haciendo un flaco favor a su autoestima.
¿Qué opináis? ¿Creéis que se puede hablar a nuestros hijos para que nos escuchen? ¿Podemos convivir de forma más armoniosa y feliz?
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