Para que nuestros hijos lean, debemos leerles pero también deben vernos a nosotros leer, tener libros, disfrutarlos porque el ejemplo es la mayor y mejor herramienta que tenemos a nuestro alcance.
Hay muchas formas de fomentar el amor de nuestros hijos por la lectura. Obviamente habrá niños que disfruten más de ella y otros que en principio puedan no tener el mismo interés pero lo que sí es cierto que en nuestra mano está, al menos, que ese interés tenga el potencial de surgir y crecer. O no.
La lectura nos permite imaginar, aprender y crecer. Nos transporta a mundos que sólo podemos encontrar en los libros. Nos muestra otras realidades distintas a la nuestra. Nos abre la mente. Nos permite sentirnos identificados con vivencias similares, cotidianas. Nos hace sentir comprendidos. La lectura es una herramienta fantástica para desarrollar ciertas habilidades y por todo ello es interesante que los libros formen parte de nuestra vida. Y de la de nuestros hijos.
La lectura es una herramienta fantástica para desarrollar ciertas habilidades y por todo ello es interesante que los libros formen parte de nuestra vida.
Algunas ideas que pueden servirnos en este sentido:
- Tener un rincón de lectura en casa
Esto, que a simple vista parece algo sin mucha importancia, es uno de los recursos más sencillos y potentes que podemos encontrar. Que los niños tengan un rinconcito de lectura con sus cuentos y álbumes a mano, que esté decorado de forma atractiva y que les permita acudir a él cuando deseen es muy interesante porque tienen barra libre de lecturas. Tocan los libros, los abren, y aunque no sepan leer, se los cuentan a sí mismos a su manera. Les permite un contacto directo y cotidiano. - Que vean también otros libros en las estanterías
Imprescindible tener libros en casa. No sólo los suyos sino también otros libros, nuestros propios libros, como una parte más de sus vidas. De su entorno. - Ofrecer la lectura de un cuento de libre elección a diario
Compartir ese ratito diario con nuestros hijos fomenta un vínculo sano entre nosotros pero, además, nos une en una actividad agradable, que motiva, que es apetecible y que puede servir para aprender. Eso sí, los libros no tienen por qué tener una motivación o un fin determinado, de hecho es interesante tener también cuentos clásicos o políticamente incorrectos para fomentar en ellos el espíritu crítico. La capacidad de discernir entre lo justo o injusto, entre lo correcto o lo incorrecto. O cuentos sin mensaje alguno más allá de un homenaje a la propia imaginación de su lector: libros sin moraleja, con finales e interpretaciones abiertas para fomentar el ingenio. La creatividad. - No obligar nunca jamás a un niño a leer
La regla de oro de la educación es no obligar porque obligar a alguien a hacer algo que no quiere no es educar. Es someter. Si intentamos que nuestros hijos amen la lectura obligándoles a leer lo único que podemos conseguir es un rechazo total a esta actividad, bien de niños o a futuro, como adultos. ¿Qué sentido obligar a leer? ¿Y obligar a leer determinadas lecturas?
Leer para que lean
Para que nuestros hijos lean, debemos leerles pero también deben vernos a nosotros leer, tener libros, disfrutarlos porque el ejemplo es la mayor y mejor herramienta que tenemos a nuestro alcance.
La lectura es apta para cualquier edad, sexo y condición. Si queremos que nuestros hijos lean también debemos leer nosotros. “Si tú lees, ellos leen”, decía hace unos años el eslogan de una campaña publicitaria de fomento a la lectura. Y qué gran verdad.
Nosotros somos sus modelos a seguir, sus primeros referentes. Y no hay mayor responsabilidad en ese sentido que conseguir que nuestros actos sean constructivos, coherentes y sanos. Que el día de mañana ellos quieran seguir esos pasos. Encontrar cada día unos minutos para sentarnos a leerles es importante, tanto como lo es sentarnos a leer para nosotros mismos. Por el simple placer de la lectura. Un placer que, además, puede ser un ejemplo valioso para nuestros hijos. ¿Sacamos esos minutos? ¡Merece la pena!
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