¿No te pasa que a veces te descubres pensando antes en lo malo que en lo bueno? ¿Lo has notado en tus hijos? ¿Os ha importado más que os hayan dicho algo malo que os hayan dicho algo bueno? Esto es algo muy normal a lo que llamamos sesgo de negatividad. Tiene una explicación y, aunque es algo muy “humano”, se puede trabajar. Te contamos todo en el siguiente texto.
A menudo le damos más importancia o pensamos antes en lo negativo que en lo positivo. Esto ocurre fundamentalmente por dos motivos. Primero, porque a lo largo de la evolución hemos tenido mas probabilidades de sobrevivir si pensábamos que detrás de un árbol podría haber un león que si pensábamos que podría haber un precioso conejito blanco. Es decir, estamos bastante predeterminados para anticipar acontecimientos negativos. Segundo, porque estamos entrenamos para atender más al pensamiento negativo que a otro tipo de pensamientos. La aparición de nuestros pensamientos es automática y no podemos controlarla, lo que si podemos hacer es “entrenar”, aprender a regular nuestra atención, para no cogerles de la mano e irnos con ellos.
Los pensamientos pueden intensificar y/o producir emociones. Si estoy triste porque he perdido algo que es muy valioso para mí, y además pienso que soy un desastre, que todo lo hago mal, me sentiré aún peor. Si pienso que voy a suspender un examen, que no voy ser capaz, me sentiré triste y defraudado. Pensamiento, emoción y conducta forman un triángulo que se retroalimenta en muchas direcciones. Si, por el contrario, pienso que soy capaz, probablemente ejecutaré las acciones con más determinación y confianza, lo que incrementa mis posibilidades de obtener un buen resultado, lo que as su vez reforzará mi idea de que lo soy capaz.
¿Cómo trabajar ese sesgo de negatividad?
Lo importante es qué hacemos con nuestros pensamientos negativos y saber diferenciar tener pensamientos negativos, tener pensamientos positivos y “ser optimista”. Ser optimista no significa que nunca tengamos pensamientos negativos, ¡todos los tenemos! Ser optimista quiere decir enfrentarnos a estas situaciones desagradables y a pensamientos negativos con una actitud proactiva y constructiva, pensando que las cosas puedan mejorar y buscando soluciones.
¿Cómo lo hacemos?
- En primer lugar, debemos detectar e identificar estos pensamientos y comprobar su veracidad. Por ejemplo, imaginemos que de repente pensamos que vamos a suspender un examen que tenemos dentro de un mes. ¿Realmente estamos seguros? ¿Podemos saber qué es lo que va a pasar dentro de un mes?
- En segundo lugar, hay que aceptar esto como parte de nosotros. Normalizarlo. Es algo automático y no podemos controlarlo. ¿Por qué luchar entonces?
- Por último, debemos manejar nuestra atención para que ese pensamiento no se haga dueño de nuestra atención. Una manera de hacerlo puede ser cambiando la atención a otra tarea o crear un nuevo pensamiento que sea más optimista. Por ejemplo: “Si estudio, puedo aprobar”.
Estas son recomendaciones que pueden ser útiles pero no existe una fórmula mágica, hay que reeducar nuestra mente y forjar un nuevo hábito, lo que lleva tiempo y esfuerzo. ¡Puedes hacerlo!
¿Cómo enseñar a nuestros hijos a pensar en positivo?
Quizás pueda agobiaros ver en nuestros hijos quedarse antes con lo malo que con lo bueno. O tener antes un pensamiento negativo que positivo. Os dejamos algunas ideas que podéis probar en casa:
- Normalizad en casa los pensamientos negativos. Para ello es importante evitar frases como “No pienses en eso”, ya que es algo que ellos no pueden controlar.
- Cada día le podemos preguntar a los más pequeños que es lo bueno y lo malo que le ha pasado durante el día. Esto hace qué la atención no vaya solo a los acontecimientos negativos.
- También podemos jugar a convertirnos en detectives de nuestros pensamientos animándoles a buscar los pensamientos que les hacen sentirse mal. Después podemos ver con ellos si son pensamientos realistas o no.
- Otra actividad que podemos hacer es crear “la caja de las alternativas”. Para ello podemos coger una caja y adornarla, en ella podemos ir añadiendo pensamientos positivos que nos ayuden, como, por ejemplo, “Puedo conseguirlo”. Le enseñará a tener una actitud proactiva y constructiva.
Gema Fuentes, psicóloga de Centros Crece Bien.
En Crece Bien somos profesionales con amplia experiencia en inteligencia emocional. Si tienes alguna duda o necesitas alguna recomendación, te animamos a que contactes con nosotros, estaremos encantados de atenderte. Puedes hacerlo en el correo electrónico informacion@crecebien.es o en el teléfono 910002602.