La sexualidad es parte natural de todos nosotros desde que nacemos, e influye de forma directa sobre el bienestar biológico, social y emocional; por lo que promover una buena educación en este ámbito desde la etapa escolar es de gran importancia.
A pesar de encontrarnos en pleno siglo XXI, todavía en muchos aspectos se sigue viendo la educación afectivo sexual como un tema tabú. En ocasiones, hallamos cierto temor a la hora de tratar este tema abiertamente, cuando se pronuncian algunas palabras, se explican conceptos o incluso también al esperar escuchar ciertas preguntas de los niños; sin embargo, lo que más nos debería preocupar son las consecuencias de no hacerlo.
En ocasiones puede atraer miradas de desaprobación debido a la falsa creencia de que la educación sexual conlleva tratar únicamente acerca de las relaciones sexuales entre dos personas, sin embargo, va mucho más allá. Es importante tener en cuenta que la educación sexual se basa en saber respetarnos, conocernos mejor, gestionar emociones, aprender a expresarnos, crecer sin miedos…
Desde infantil, uno de los objetivos principales de los profesionales es fomentar entre los niños mayor respeto y aceptación, tanto sobre sí mismos como con los demás; es ahí donde se van asentando las bases para una buena educación afectivo sexual a lo largo de la vida.
Todos nosotros, desde la familia hasta los profesionales (docentes, psicólogos…) impartimos de forma indirecta esta educación a diario, casi sin darnos cuenta de la importancia que tiene en los niños. Por otra parte, tratar este tema de forma natural y mantenida en el tiempo favorecerá un mejor desarrollo y comprensión de aspectos básicos en los niños.
Es fundamental que nuestros hijos no vivan ciertos procesos naturales de forma abstracta o con información errónea que pueden adquirir en otros contextos.
Algunos de los objetivos de la educación afectivo sexual en primaria son los siguientes:
- Aprender a identificar las emociones que sentimos, conocer cómo las sentimos en nuestro cuerpo y expresarlas de forma adecuada.
- Entender mejor los cambios que se producen en la conducta sexual desde que nacemos, y también en nuestra personalidad: cómo todos vivimos los cambios de forma diferente.
- Comprender conceptos que subyacen a la conducta afectivo sexual e influyen en cómo nos comportamos; como por ejemplo: qué afecta a nuestra autoestima, qué es amor y qué no lo es, tolerancia y respeto a los intereses/sentimientos tanto propios como de los otros en las relaciones…
- Fomentar que puedan tomar decisiones correctas y responsables en el futuro. Ser cuidadoso con el trato que doy a mi cuerpo, con lo que decido hacer con él para expresar mis ideas o deseos.
- Aclarar y modificar mitos sobre sexualidad.
- Diferenciar entre conceptos como rol o estereotipo e identidad de género. Es diferente cómo la sociedad espera que actuemos, hablemos, vistamos… según nuestro sexo biológico, a la percepción personal que un individuo tiene sobre sí mismo en cuanto a su género.
- Reconocer la sexualidad como un ámbito donde entra en juego la afectividad, el deseo, la comunicación…
- Promover un espacio en el que se sientan cómodos para hablar de las dudas que puedan tener y trabajar desde la psicoeducación, aportando información correcta.
En definitiva, podemos afirmar que la educación afectivo sexual es clave para promover una sociedad y unas generaciones en las que todos se sientan libres de relacionarse de forma sana, tanto a nivel físico como a nivel emocional. Impartir educación sexual de calidad es un pilar fundamental en su educación, del cual todos somos responsables
Andrea Aguado
Psicóloga en Centros Crece Bien