El pensamiento positivo es una actitud ante los acontecimientos que suceden en nuestras vidas. Y esa actitud no llega sola sino que se alimenta de una serie de hábitos que vamos interiorizando. Tampoco para nuestros hijos si nosotros no hacemos un trabajo previo de análisis de nuestras propias actitudes. Lo contamos en el siguiente texto.
No es lo que nos pasa sino cómo afrontamos lo que nos pasa lo que determina nuestras experiencias. Nuestra actitud ante la vida, ante las cosas buenas y ante los baches. De ahí que en los últimos años esta premisa haya cobrado más importancia que nunca y asistamos a un boom del fomento del espíritu positivo. Mr. Wonderfull nos ha conquistado. Vivimos bajo la dictadura de un optimismo en píldoras que parece la solución a todos nuestros males. Se ha instalado entre nosotros como la actitud “correcta”.
Sin embargo, el pensamiento positivo va mucho más allá de tazas con mensajes motivacionales o estados en redes sociales alentando a la sonrisa permanente. El pensamiento positivo es una actitud ante los acontecimientos que suceden en nuestras vidas. Y esa actitud no llega sola sino que se alimenta de una serie de hábitos que vamos interiorizando. En este sentido, lo que nosotros hagamos va a determinar también lo que hagan nuestros hijos. Insistimos una y otra vez en lo importante que es el ejemplo. Su valor. Pero lo cierto es que es fundamental que si queremos que nuestros hijos cultiven el pensamiento positivo y optimista, antes debemos hacerlo nosotros.
Bailar un vals con la negatividad
Debemos aceptar que no podemos controlarlo todo, y a partir de esa premisa plantearnos qué es lo que sí podemos controlar como, por ejemplo, las reacciones ante lo que sucede. Es inevitable que a lo largo de nuestra vida pasemos por momentos malos en los que la negatividad y la tristeza se apoderen de nosotros. Las emociones negativas son igual de válidas que el resto, y negarlas no tiene sentido. Al contrario. Niños y adultos debemos identificar las emociones para poder afrontarlas después con optimismo. Aprender a enfrentarnos a esos momentos, bailar con ellos, quizás pueda servirnos para no anclarnos en la negatividad o para sobrellevarla de una menor manera.
Las expectativas también son importantes para fomentar un pensamiento positivo. Si son inalcanzables, imposibles, será muy difícil afrontar la decepción de una manera optimista. Marcar unas expectativas reales debería ser siempre una prioridad. También aceptar que no siempre se puede. Por mucho que lo deseemos o lo intentemos, a veces no siempre es posible hacer lo imposible. Transmitir eso a nuestros niños y adolescentes, y ser el modelo a seguir, el espejo en el que pueden reflejarse, les ayudará en el camino hacia el desarrollo de una actitud más positiva ante la vida.
Ideas para desarrollar el pensamiento positivo
Vale, la teoría está bien, pero pasemos a lo práctico. A la realidad cotidiana que es en la que nos vamos a tener que desenvolver a nivel individual y como familia. ¿Qué podemos hacer para desarrollar ese pensamiento positivo? Pues aquí algunas ideas:
- Pasar a la acción. Muchas veces es peor pensarlo que pasarlo. Nos da miedo enfrentarnos a situaciones que nos nos apetecen, o que nos asustan. Animar a nuestros hijos a pasar a la acción es una herramienta que les ayudará a afrontar todo tipo de situaciones a lo largo de su vida. Ya lo decían nuestras madres: “Es peor pensarlo, que pasarlo”.
- Adaptarnos a lo que ocurre. No podemos controlarlo todo. Hay cosas que escapan de nuestras manos. Y es aquí donde debemos insistir en que no es lo que ocurre sino cómo nos enfrentamos a lo que ocurre lo que marca la diferencia. No se trata de resignarse sino de aprender a vivir con ello. Adaptarse a una nueva situación o a un acontecimiento inesperado.
- Buscar un oasis de felicidad. A veces necesitamos romper, parar, y reconectar. Un libro, un paseo, una escapada, una tarde de juego, un paseo en bicicleta… Cualquier cosa que nos saque del bucle de negatividad será bienvenido. No se trata de huir sino de poder mirar a la cara a lo que no nos gusta después de haber cargado las pilas de cosas bonitas.
- Un espacio para la reflexión (y la crítica). Aprender que no todo lo hacemos bien, que nos equivocamos, también es importante. Dar a nuestros hijos espacio para la reflexión acerca de sus actos les ayuda a aprender de ellos.
- Menos dramas. La actitud catastrofista nos empuja a vivir un drama permanente. Nuestro humor también es parte del ambiente que creamos en casa. Niños, adolescentes y adultos podemos crear un ambiente sano si nos alejamos de los dramas que lejos de construir, destruyen espacios comunes.
En Crece Bien somos profesionales con amplia experiencia en inteligencia emocional. Si tienes alguna duda o necesitas alguna recomendación, te animamos a que contactes con nosotros, estaremos encantados de atenderte. Puedes hacerlo en el correo electrónico informacion@crecebien.es o en el teléfono 910002602.
Hola,
En este artículo he aprendido mucho sobre como fomentar el pensamiento optimista pero ¿Qué pasa con los errores que hemos cometido en el pasado? ¿Cómo solucionarlos?
Tengo 50 años y dos hijos, una niña de 12 y un niño de 6.
He sido madre siendo bastante mayor y justo después de tener a mi hijo pequeño tuve la menopausia. Se me juntó el desorden emocional del embarazo y la lactancia con el de la menopausia.
Esta circunstancia ha provocado que haya estado algunos años con un humor de perros y saltando a la mínima.
Soy consciente de que he creado un ambiente un poco negativo en casa y mis hijos se han acostumbrado a la falta de paciencia y a las reacciones exacerbadas.
Ahora mi hija la mayor está entrando en la adolescencia y, desgraciadamente, estoy viendo en sus reacciones un reflejo de las mías.
Ahora yo ya estoy mejor y vuelvo a ser una madre paciente (casi siempre) pero no sé como echar marcha atrás y reeducar la mente de mis hijos para que no les quede huella de ese comportamiento que ahora están replicando.
Gracias y un saludo.