Los beneficios de la parentalidad positiva

Entendemos por parentalidad positiva a aquella basada en el cariño y la empatía, libre de castigo físico y de violencia. A continuación os contamos por qué es fundamental ejercerla desde este prisma y cuáles son sus beneficios.

 

La crianza de los hijos e hijas ha evolucionado mucho a lo largo de la Historia. Si nos detenemos en las últimas décadas, observamos que el modo en el que se concibe la maternidad y la paternidad ha cambiado sustancialmente. Hoy, hay más recursos, más información y más concienciación acerca del papel de la familia en la vida de los niños y niñas. Pese a lo andado, queda, eso sí, mucho por hacer en cuanto a apoyo por parte de instituciones y empresas para apoyar a los padres, madres y cuidadores con herramientas concretas que les posibiliten los cuidados. También en cuanto a parentalidad positiva, que no es otra que aquella basada en el cuidado cariñoso y empático con las necesidades de los niños. ¿Qué sabemos de ello?

Está ampliamente demostrado que la parentalidad positiva tiene efectos beneficiosos en el desarrollo infantil pero es que además es crucial para que niños y niñas vean satisfecho su derecho al buen trato, a la protección de sus familias y a modelos alejados de la autoridad parental cuyo único objetivo sea la obediencia, sin margen alguno para el aprendizaje y la adquisición de valores en positivo.

A continuación recogemos algunas recomendaciones para una parentalidad positiva:

1. ESCUCHA

Escuchar a nuestros hijos, desde una escucha activa, es fundamental para su desarrollo ya que al prestarles atención y, en el caso de no entender lo que necesitan, les muestra que nos ponemos en su lugar y que nos interesa cómo se siente, qué necesita, cuál es su problema.

También es importante que esa escucha se traduzca en la participación en la convivencia familiar: sentirá que su opinión es importante y desarrollará su sentido de la responsabilidad, pero también aprenderá cuál es su papel en la familia.

2. AYUDA

Muchas reacciones de nuestros hijos son señales de ayuda. Por ejemplo, cuando un niño o una niña tiene una rabieta, no quiere colaborar o se muestra distante, puede ser por un sinfín de motivos, desde cansancio a enfado o frustración. Si le ayudamos a verbalizar lo que siente, le reconfortará pero también se sentirá protegido. Enfadarnos con él o con ella no sirve de nada más que para entrar en una espiral de negatividad.

3. ESTABLECE LÍMITES REALISTAS Y CLAROS

A partir de los tres años se pueden introducir ciertas normas pero deben ser normas coherentes, sencillas, realidad y, sobre todo, claras. También es importante cómo se establecen dichas normas: sin amenazas, sin castigos, sin chantajes y en momentos de calma que faciliten la comprensión de éstas como acuerdos necesarios para la convivencia familiar.

4. AMA DE FORMA INCONDICIONAL

Expresarles nuestro amor a los hijos es fundamental: les ayuda a sentirse parte de la familia, a tener un lugar acogedor en el mundo, a sentir un bienestar emocional difícil de compensar de ninguna otra forma. Expresar nuestros sentimientos abiertamente es también educación emocional, es enseñarles valores fundamentales para la vida. ¿Se puede vivir sin el amor incondicional de unos padres? Seguramente, pero no sin un peaje emocional.

5. HUYE DE LA VIOLENCIA Y LOS CASTIGOS

Utilizar actitudes agresivas como amenazas, chantajes o castigos no lleva a ningún sitio más allá de la desesperanza, el enfado y el alejamiento de unos respecto a los otros. Lo sabemos: nos comen los días, el estrés y la culpa. Nos ponemos metas demasiado altas y nos pesa no alcanzar la perfección. En reconocer nuestros propios errores y en la aceptación de nuestra imperfección está la base de una relación sana con nuestros hijos. También en nuestra capacidad de pedir perdón cuando nos equivocamos.

Buscar espacios y momentos para cuidarnos, entender que nuestros hijos también están aprendiendo y primar el diálogo por encima de las imposiciones pueden evitarnos caer en el pozo profundo de la violencia y los castigos.

Ejercer una parentalidad positiva requiere mucho esfuerzo y responsabilidad pero merecerá la pena.

 

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