La importancia de las palabras que usamos
La forma en la que nos comunicamos con nuestros hijos es muy importante ya que cómo lo hagamos no solo influye en su propia persona sino también en la relación familiar que construimos.
Hay un sinfín de frases hechas y expresiones dirigidas a los niños que llegan a nuestra boca prácticamente solas, bien porque las hemos interiorizado desde nuestra infancia, bien porque desconocemos los efectos de tales expresiones. No son inocuas. Muchas de ellas tienen una gran repercusión y cambiarlas puede ser muy importante.
“Malo, malo, malo” y otras expresiones dirigidas a los niños
Cuando nuestros hijos son pequeños hay una serie de expresiones que es recomendable evitar. Os damos algunos ejemplos:
“Malo, malo, malo”, expresada a un objeto cuando un niño se golpea con él. Con esta acción estamos culpabilizando al objeto de algo que no ha hecho y le quitamos responsabilidad al niño. ¿Y si cambiamos esta expresión por un abrazo y un mimo?
“Como se lo diga a… (tu padre, tu profesor, etc.)“, referida cuando el niño hace algo “mal”. Las amenazas nunca construyen. Es mejor evitar expresiones que generen miedo en el niño porque así no “aprende” que ha hecho algo mal sino que fomentamos que haga o no haga algo por miedo. Que nos tema. ¿Y si lo cambiamos por una explicación acorde a su edad a por qué lo que ha hecho no es correcto?
“Si no dejas de hacerlo nos vamos a casa”, cuando estamos en el parque, en un cumpleaños, en un momento de ocio… Es un recurso muy utilizado por muchos padres que no conocen o no encuentran otras herramientas con las que parar una acción incorrecta o peligrosa por parte de sus hijos. Hay otros caminos más allá de la amenaza porque con la amenaza no educamos. ¿Y si cambiamos esta expresión por una invitación a la reflexión?
“Te pones muy feo/a cuando lloras”. Con estas palabras podemos lastimar a nuestros hijos y, por supuesto, estamos reprimiendo una emoción que, nos guste o no, es necesaria en el desarrollo de una salud emocional plana. Tanto como lo es la risa. ¿Y si lo cambiamos por un poco de empatía y paciencia?
“No pasa nada”. Es una expresión muy habitual cuando un niño se cae o tiene una rabieta pero, en realidad, sí que pasa. Pasa que se ha hecho daño o que se siente mal. Es cierto que solo queremos protegerles, animarles. Queremos que se sientan mejor. Sin embargo, lejos de eso lo que hacemos es reprimir, al igual que con el “No llores que te pones muy feo/a” una emoción natural. La cuestión no es reprimirla emoción sino aprender a manejarla. ¿Y si lo cambiamos por un “te entiendo”?
¿Y si cambiamos la manera en la que hablamos con nuestros hijos y cómo nos dirigimos a ellos? ¿Qué expresiones dirigidas a los niños no os parecen acertadas?
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Esto está muy bien y queda muy bonito pero llevarlo a la práctica me parece tremendamente difícil. No me imagino “llevando a la reflexión” a un niño de 4 años que está con una rabieta. Cuesta hacer reflexionar a los adultos… Y lo de culpabilizar a los objetos. Eso de adultos también nos pasa. Nos damos con el pomo de la puerta y pensamos “p… puerta que golpe me he dado”, no te paras a pensar “oh, vaya, si he sido yo, la culpa no la tiene la puerta, seré más precavido la próxima vez”: duele y enfada y es una reacción natural.