El enfado nos sirve para defendernos de lo que no nos gusta. Aunque necesaria, lo cierto es que cuando perdemos el control de esta emoción, se vuelve dañina. Por eso, niños y adultos debemos aprender a gestionarla.
Aunque goza de mala fama, lo cierto es que el enfado es una emoción básica (y normal) que nos pertenece a todos, niños y adultos. El enfado nos sirve para defendernos de lo que no nos gusta. Aunque necesaria, lo cierto es que cuando perdemos el control de esta emoción, se vuelve dañina. Por eso, debemos aprender a manejar el enfado y la frustración, para que se quede ahí, en esa emoción necesaria y sana.
Muchas familias nos plantean que sus hijos de enfadan con demasiada facilidad o de forma recurrente. ¿Es normal que nuestros hijos e hijas se enfaden? ¿Cuándo es demasiado? Niños, niñas y jóvenes se enfadan generalmente para defender sus límites si estos no se han respetado. Ocurre sobre todo en las etapas de los 3-4 años, de los 7-8 años y de los 12-14 años. En estas franjas de edad se dan más enfados que a otras edades porque son momentos en los que suelen probar el límite al que pueden llegar y lo esperable es que se enfaden cuando no se les permita.
Lo que es normal es que cada uno pueda enfadarse cientos de veces al día, lo que no es deseable es que cuando uno se enfade grite, pegue, se retraiga o se bloquee cada vez que ocurre algo que no le gusta. Es el manejo de la emoción lo que puede no ser “normal”. ¿Cuántas situaciones en el día no son de tu agrado? Quizá muchas, ¿verdad? Por cada situación que te ocurre que no te gusta puede aparecer el enfado, y tu mente evalúa qué hacer, lo esperable es que la mayor parte de los enfados pasen desapercibidos porque el propio niño decide ignorarlo o no le da la suficiente importancia o simplemente lo expresa y se disipa ese enfado. Al igual para al adulto.
Lo que debemos observar no es tanto si el niño se enfada o no, sino qué hace con ese enfado. Esto es lo que nos debe preocupar: si la reacción que tiene es desmesurada, no tanto la emoción. Desde Crece Bien animamos a las familias a “criticar” lo que hacen con el enfado y no tanto el enfado, que es sólo una alerta de que algo no nos ha gustado.
Lo que debemos observar no es tanto si el niño se enfada o no, sino qué hace con ese enfado.
¿Cómo manejar nuestro enfado como adultos ante el enfado de nuestros hijos e hijas?
Si educarle es prioritario y no lo perdemos de vista será un punto clave y hará que tu emoción rebaje la intensidad. ¿Qué comportamiento te gustaría que tuviese tu hijo o hija en los momentos de enfado? Identificarlos te servirá de guía para ser su modelo en ellos, y te ayudará a ser más reflexivo en esos momentos.
Podemos hablar de tres estrategias de cara a manejar el enfado:
- La primera es parar y salir de la situación si el enfado tiene una intensidad elevada. En esos momentos probablemente tan solo haremos algo de lo que nos arrepentiremos más adelante ya que no podemos pensar con claridad. Nuestro cerebro está “secuestrado” por la emoción. Ir a otra habitación, beber un vaso de agua, distanciarnos, nos ayudará a rebajar el enfado y pensar con claridad antes de volver a hablar con ellos. Esto será un gran ejemplo para tus hijos e hijas. Es importante que se lo expresemos. “estoy ahora muy enfada, primero voy a tranquilizarme y ahora vuelvo”.
- La segunda es buscar pensamientos que enfríen esa emoción y no la intensifiquen. Por ejemplo, pensar que “Lo hace para fastidiar” o que “Es egoísta” solo alimentarán el enfado. Son lo que llamamos “pensamientos gasolina”. Si cambiamos este tipo de pensamientos por otros del tipo “Es normal que quiera seguir jugando” o “Sólo lo está expresando y es una oportunidad para ayudarlo”, hará que rebaje la intensidad de esa emoción y podamos dar una respuesta más eficaz.
- La tercera es la prevención. Debemos anticipar al niño lo que pasará cuando se enfade, pensar nosotros mismos qué podrá pasar y cómo actuaremos, acordar con el niño qué hará cada uno cuando esté enfadado y, por último, esperar a otro momento para hablar de lo ocurrido y explicar al niño que no nos gusta su comportamiento y lo que nos gustaría hiciese. Conocer que el niño no puede manejar que aparezca o no su emoción pero si su acción será de gran ayuda.
Nunca es tarde para enseñarles (y aprender nosotros mismos) a gestionar el enfado
Siempre estamos a tiempo de ayudarles a manejar sus emociones, igual que siempre lo estamos de aprender inglés o a hacer el pino. Dedicar un tiempo a aprender qué es el enfado y cómo se maneja será un gran recurso que el niño podrá utilizar siempre, de lo contrario, sus emociones serán las que guíen sus comportamientos. La reflexibilidad se entrena.
Una vez han explotado, lo que no debemos hacer es darles una charla, regañarles o negarles que se puedan sentir así, esto llevará a un enfado mayor en muchos casos. Lo que sí debemos hacer es distraerles (es la manera en la que el niño podrá reaccionar reflexivamente y su enfado rebajará al cambiarle la atención a otro sitio, de lo contrario entrará en bucle pensando únicamente en el motivo del enfado), también abrazarles, escuchar cómo se sienten y qué les gustaría. Todo esto le ayudará a saber qué le pasa y después, podrá resolverlo. Es muy importante entender lo que siente y guiarle hacia una solución.
5 claves para acompañarles en el manejo del enfado
- Identificar las cosas del día que no le gustan y las que sí le gustan. ¿Cómo? dibujándolo, jugando a adivinarlo, haciendo una lista… Así como lo que le enfada y enfada a los demás definiendo la intensidad del enfado en cada situación.
- Explicar al niño que el enfado sirve para defenderse y buscar junto a él maneras de defenderse. La mejor de todas es con la palabra, expresando lo que no le gusta. Practicarlo en casa, así como ver que otras maneras que en ese momento nos apetece hacer no son las acertadas, por ejemplo, pegar, gritar…
- Ayudar al niño a buscar pensamientos aliados que le ayuden a rebajar el enfado: “Mañana podré hacerlo”, “Me lo he pasado bien”, “Mi familia me quiere”, “Puedo tranquilizarle”.
- Ayudarle a conocer qué le ayuda que hagan los demás cuando él se enfade: escucharlo, abrazarlo, dejarlo tranquilo… Le será fácil pedir ayuda o explicar a los demás qué necesita.
- Enseñarle y practicar a salir de la situación ante el enfado. Podemos definir qué espacio de la casa puede ser bueno para rebajar el enfado o qué puede hacer en el colegio si aparece allí.
En Crece Bien somos profesionales con amplia experiencia en inteligencia emocional. Si tienes alguna duda o necesitas alguna recomendación, te animamos a que contactes con nosotros, estaremos encantados de atenderte. Puedes hacerlo en el correo electrónico informacion@crecebien.es o en el teléfono 910002602.